diumenge, 14 d’octubre del 2018

¿Es posible un mundo sin violencia?.- Chantal Maillard




Chantal Maillard
¿Es posible un mundo sin violencia?
Vaso roto, 2018
(pàgines 83 - 85)




El baniano de Howrah

«En un lugar llamado Howrah, situado a unos quince kilómetros al este de Calcuta, hay un baniano de más de 230 años de edad cuya superficie cubre un área de unos 14.500 metros cuadrados. Su copa alcanza una circunferencia de casi un kilómetro. El árbol sigue creciendo a pesar de vivir actualmente sin su tronco madre, que tuvo que talarse.

Este tipo de higueras o ficus de Bengala crece horizontalmente, sus ramas lanzan raíces aéreas que van a clavarse en el suelo formando lo que a simple vista parecen troncos.

¿Qué pasaría si en vez de diseñar el mundo de acuerdo con el Árbol de Porfirio, como se ha venido haciendo, tomásemos como modelo el gran baniano? ¿Qué supondría un cambio de paradigma de este tipo?

El Árbol de Porfirio es un árbol conceptual. Se trata de un diagrama con el que, en los textos medievales, se ilustró la clasificación que de las distintas substancias hiciera el filósofo Porfirio (c.232-304 d.n.e), discípulo y biógrafo de Plotino. Esta clasificación fue la que se utilizó en el medievo y cuyo modelo se ha seguido para todo tipo de ordenación. El esquema sigue una plantilla en el que se distribuyen verticalmente los conceptos, desde el concepto abstracto de "substancia" al de "hombre" -dejando por el camino, por supuesto, todo lo que no sirve a la definición de éste-. Es a partir de ese esquema que el pensamiento europeo, primero, y la tecnología del mundo occidental, después, se han desarrollado.

El Árbol de Porfirio es un modelo vertical, jerárquico, excluyente, patriarcal, "lógico", que procede con dicotomías construidas exprofeso: sustancia (corpórea o incorpórea), cuerpo (animado o inanimado), viviente (sensible o insensible), animal (racional o irracional), racional (hombre). El baniano, en cambio, es un árbol vivo. Se expande por el aire y por debajo de la tierra, trazando entre ambos un circuito nunca interrumpido.

Dos maneras de entender el mundo. El modelo del racionalismo patriarcal, que piensa en términos del Árbol de Porfirio, verticalmente, dejando de lado todo lo que no interesa. Y el modelo de las poblaciones matriarcales, que piensan en términos de correlaciones, horizontalmente: un tronco madre cuyas ramas horizontales lanzan raíces que anclan en el suelo, la acción o el movimiento de cada parte coordinada con las demás -eso que llamamos "medio" o "entorno" cuando pensamos en nosotros desde valores antropocéntricos-. Savia mineral, tan viva como esos seres que consideramos vivos a diferencia de otros. Raíces que son troncos, interconectados, todos con el mismo estatus.

Estatus, sí, pues de eso se trata, de un orden de importancia. Al modelo lingüístico responde la articulación social: en términos de verticalidad, lo universal, llámese concepto o aristocracia, se situará en la cúspide y lo particular, las simples realidades existentes o el proletariado, abajo.

Reemplazar este modelo por un modelo horizontal, inclusivo, en el que todos los individuos (humanos y no humanos) tengan el mismo estatus, incluso si el tronco madre desaparece; pensar y actuar en términos de subsistencia y universal respecto en vez de en términos de producción y ganancia; construir una realidad viva, acorde con un modelo horizontal que no esté al servicio del ansia, la codicia o el poder sino del mutuo sustento de las especies... ¿Tiene esto sentido?

El universo es un entramado en el que todo lo que hacemos o dejamos de hacer tiene repercusiones. Esto es lo que el individualismo racionalista y patriarcal no entendió.»

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