Cierto individuo tenía la enojosa costumbre de explicarse a veces muy honradamente sobre los motivos por los cuales obraba, y que eran tan buenos y tan malos como los motivos de todos los hombres.
Al principio produjo escándalo, luego sospechas, poco a poco fue puesto en el índice y declarado fuera de la sociedad, hasta que por último la justicia se ocupó de un ser tan reprobable, en circunstancias para las cuales no suele tener ojos, o bien los cierra.
La falta de discreción sobre el secreto general y la inclinación inexcusable a ver lo que nadie quiere ver-a sí mismo- le llevaron a la prisión y a una muerte prematura.
Nietzsche
Quina veritat més universal. Aquest Nietzsche, sempre posant el dit a la llaga!
ResponEliminaLa hipocresia mana! L'honradesa fa mal.
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