divendres, 19 d’abril del 2013

Desventuras de un fánatico del deporte. Frederick Exley. Opinió i fragments


Frederick Exley
Desventuras de un fanático del deporte
(A Fan's notes. A Fictional Memoir, 1968)
Traducció al castellà de Antonio Prometeo-Moya
Editorial Duomo

Porto llegides unes cent pàgines.
Feia molts anys que no gaudia tant llegint una novel·la.
Estem davant d'una obra escrita en estat de gràcia.
El narrador, amb la identitat del propi autor, Frederick Exley, mitjançant una prosa meravellosa i profundament trista, narra les peripècies d'un home fracassat, marcat per la influència i traumàtica ombra del seu pare, alcohòlic i atacat per crisis depressives i de bogeria. L'afició al futbol (americà) el manté viu, encara que sigui de forma antisocial.
Escrit al 1968, Exley ens regala un del majors retrats al·lucinats que s'han fet dels Estats Units.

El títol espanyol és un despropòsit, perquè dona la impressió de ser una novel·la sobre l'esport, cosa totalment falsa. Exley només utilitza el futbol com a metàfora i en cap cas és l'element central de la narració, encara que estigui present en alguns moments. De fet l'original resa com  “A Fan's notes.” (que podríem traduir com “Anotacions d'un fan”).

Dues coses fan d'aquesta novel·la una obra excepcional: el sentit de l'humor i la humilitat del narrador. Ambdues coses converteixen el text en una commovedora obra d'art.

No exagero. Estem davant d'un llibre excepcional. Molt desconegut (ha tardat més de quaranta anys a ser traduït al castellà, cosa realment increïble).

Feia, com deia abans, molts, molts anys que no era tan feliç llegint un llibre.

Adjunto dos fragments, que donen fe del que he escrit a dalt:

“La distancia era importante para mí. Durante mucho tiempo había sido incapaz de conectar con mi ciudad natal con un mínimo de sinceridad. Los amigos de otros tiempos se habían casado, tenían familia, se habían encerrado en sí mismos, se habían atrincherado detrás de sus bien cuidados jardines y sus blancas casas de madera, sus simpáticos hijos, sus asexuadas y angustiadas esposas, mientras ellos planeaban sus futuros movimientos para entrar en el Club Black river Valley, la institución más venerable de la ciudad, sin preguntarse nunca a sí mismos qué les quedaría ya si lo conseguían. Mis amigos y yo habíamos experimentado todos los matices del bochorno y la vergüenza ajena. Se avergonzaban de mí porque bebía demasiado, no era de fiar en cuestiones de deudas y costumbres laborales y había sido «internado» muchas veces; y yo me avergonzaba porque se avergonzaban ellos. Nunca nos deteníamos en la calle sin que se preocuparan por mi salud con actitud paternalista y sin mirarme a la cara.
Con el tiempo, estos encuentros habían resultado tan penosos que cada vez que salía a la calle de día por obligación, iba con la vista fija en la acera y andaba con firmeza, a paso de carga, como si tuviera mucha prisa.

(...)

Después de los análisis superficiales se decretó que se me administrara tratamiento con insulina.
Todas las mañanas me ponía boca abajo, volvía las nalgas al techo y recibía la inyección correspondiente. Mientras la insulina quemaba el azúcar, la vida misma, de mi cuerpo, yo me quedaba alegremente acostado en espera de que me desaparecieran los sueños enervantes, las antiguas ofensas, las heridas
 inflingidas en el pasado; que desaparecían, como si nunca hubieran existido, todas las cosas que devastaban el alma y envejecían el cuerpo, que volvían la vista hacia dentro y pintaban la melancolía en la faz.(...) Yo había querido nada menos que imponerme profundamente en la mentalidad de mis compatriotas y ahora, de súbito, se me ocurría que era posible vivir no sólo sin fama, sino también sin un yo, vivir y morir sin haber tenido nunca la conciencia de los propios compañeros del espacio microscópico que ocupamos en el planeta. La idea casi me tiró al suelo.”

1 comentari:

  1. Eduard,

    A la cistella!
    Quan va sortir, vaig veure alguna resenya, vaig pensar que podria agradar-me però me'n vaig oblidar i ja no vaig pensar-hi més...
    Gràcies per recordar-m'ho!

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